Ningún grado de culpa se puede achacar a un padre que mientras paseaba correctamente con su mujer y su hijo, y pese a la existencia de carteles indicativos de cuidado por parte de los viandantes ante el tránsito de caballos, es arrollado por los caballos desbocados que corrían por la vía pública. El lesionado hizo lo único que pudo, cubrir a su hijo para que no fuera golpeado, sin que pudiera evitar ser golpeado él mismo.
Todo ocurre mientras un caballo negro con su jinete transitaba por una calle y a su paso, un caballo blanco que estaba siendo aseado en el interior del garaje de una finca se escapó, asustó al caballo negro y ambos iniciaron una carrera desbocada. El Ayuntamiento era el organizador del festejo y en la instancia se aprecia la responsabilidad municipal en un 75%, y un 25% del lesionado por considerarse que se descuidó pese a la existencia de carteles señalizando las calles con indicaciones de precaución con una imagen de un jinete a lomos de un caballo.
Si bien la Sala confirma la cuantificación de las lesiones, conforme al dictamen del perito judicial, en lo que sí da la razón al reclamante es en que ningún tipo de culpa se le puede reprochar.
Una cosa es que los carteles indiquen la necesidad de cuidado por el tránsito de caballos, exigencia que para la Sala se extiende -y limita- al tránsito corriente de caballos, que no deben ser molestados por los viandantes, y otra la situación imprevisible de que los caballos corran desbocados por la vía pública, y por ello, revoca la sentencia de instancia en cuanto apreció concurrencia de culpas, elevando la cuantía de la indemnización en favor del lesionado.